Page 6 - Chopin Casa Natal
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Fryderyk Chopin
de la finca, los condes Skarbek. Quiso la suerte que en aquella misma época permaneciera en
la casa de los condes una parienta suya, la senorita Justina Krzyżanowska. Los días debajo de
un techo común encendieron una llama de afecto. El 2 de junio de 1806, en la iglesia parroquial
situada en el cercano pueblo de Brochów se celebra el matrimonio de Justina y Nicolás. Los
recién casados vuelven en un cortejo nupcial, gozando del paisaje de primavera, a Żelazowa
Wola, a la blanca casa solariega, a disfrutar de un opíparo banquete de boda. En el silencio del
atardecer, rodeados de murmullo de los tilos, llenos de felicidad de aquel día, tan especial para
ellos, mirarían hacia el futuro, hacia el espacio de una vida común que acababan de empezar.
Menos de un ano después, el 6 de abril de 1807, viene al mundo su primogénita, Luisa. Tres anos
más tarde, el 22 de febrero de 1810, nace Federico. Cuando Federico tiene apenas seis meses,
abandonan Żelazowa Wola y se trasladan a Varsovia, debido a que Nicolás Chopin obtiene el
puesto de profesor de francés en el Instituto de Ensenanza Media Varsoviano. El idioma francés
es particularmente apreciado en aquel momento. Después de la tercera partición de Polonia, en
1795, Varsovia y el pueblo cercano de Żelazowa Wola se incluyen en el estado prusiano, pero
a partir de 1807 pertenecen al territorio del Principado de Varsovia, un estado efímero que se
funda a resultas de las guerras napoleónicas y que mantiene relaciones de alianza muy estrechas
con Francia.
El lugar de nacimiento suele tener un poder casí magnético. No deja olvidarse, tiene mu-
cha fuerza de atracción. El joven Federico a menudo pasaba por Żelazowa Wola. Desde Varsovia
eran tan sólo 50 kilómetros. Con mucha alegría regresaba a la casa solariega sobre el río Utrata,
a las personas a las que tenía carino, a aquellos paisajes. Durante las fiestas que celebraban los
nobles y los paisanos, durante los festejos de recolección de la cosecha, romerías y verbenas,
fiestas del patrón de la parroquia, prestaba oído a las melodías de la tierra de Mazowsze. Fue
allí, en Żelazowa Wola, donde tenía sus orígenes el tono polaco que llegó a manifestarse con
tanta fuerza en la obra del compositor.
A finales de XIX, un admirador de la música de Chopin, compositor ruso Mily Balákirev
(en aquel entonces Mazowsze forma parte del Imperio de los Románov) tuvo la intención de
comprar la casa solariega de Żelazowa Wola y convertirla en un museo. Sin embargo no fue
capaz de aculmular suficientes fondos, por lo cual tuvo que limitarse a fundar, en 1894, en el
terreno del parque, un obelisco con un bajorrelieve que representa una imagen del compositor.
Después de la primera guerra mundial, con la que Polonia recupera la independencia, a la casa
se le devuelve su esplendor antiguo. En 1939, justo antes de que estallase la segunda guerra
mundial, es abierta para el público. En aquellos anos surge también el magnífico parque que ro-
dea la residencia, obra del profesor Francisco Krzywda-Polkowski. Se trata de una composición
exquisita de árboles, arbustos y flores, de incomparable belleza. A la casa blanca sobre el Utrata,
restaurada cuidadosamente después de la guerra (la fecha de 1949, celebración del centenario
de la muerte del compositor, da un impulso particular a las obras), Federico Chopin y su música
han vuelto de forma permanente. De temporada en temporada, la terraza se llena de visitantes
quienes escuchan las piezas cuya hermosura no ha sido afectada por el paso del tiempo. La mú-
sica nos acompana, también, a la hora de visitar las estancias y habitaciones de la casa solariega.
Mediante recursos museísticos se reprodujo allí el aspecto y el ambiente del lugar donde sucedió
algo de verdad excepcional: nació un gran compositor polaco y europeo.
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